Vivimos en el laberinto. El laberinto está

dentro de nosotros.
¿Qué hay fuera?. Encuentra las Salidas




miércoles, 17 de marzo de 2010


Teseo frente a las adversidades de todo tipo sale bien librado y fortalecido, dueño de sí mismo.
En el curso del tiempo el laberinto atraviesa la vida de pueblos y culturas antiguas dotando de sentido confrontaciones y desplazamientos de los seres humanos. China, Egipto, India, Mesopotamia recurren a estas construcciones; el propio Virgilio confirma su existencia al describir el camino que conduce a la Sibila de Cumas.

El hombre del medioevo solía plasmar en el piso de las catedrales diseños laberínticos. Su significado iniciático, esto es la superación de obstáculos para acceder a la revelación de aquello que por su carácter sagrado se preserva sigilosamente. La construcción de Salomón nos confronta con la Gran Obra de los alquimistas, donde el combate que se libra para acceder al centro, manifiesta los procesos de purificación y realización espiritual del hombre.

En el laberinto del mundo y el paraíso del corazón, del pensador checo del siglo XVII Juan Amós Comenio, el hombre, recorre ciudades y naciones, Reinos e Iglesias, oficios, escuelas y universidades, observando los motivos de discordia, de enemistad, de conflicto, de guerra entre hombres y mujeres, entre pueblos y gobiernos, para, finalmente, recuperar, en medio del desasosiego, del deterioro, del desengaño y de la muerte, la unidad originaria que encuentra en lo más profundo de sí mismo. Éste es el tesoro que custodian celosamente los caminos laberínticos que conducen al centro.

El laberinto es sinónimo de una situación complicada, enredada, para la que no se avizoran salidas fáciles ni inmediatas, pero podríamos sorprendernos al observar rastros que confirman la persistencia de su contenido simbólico: las imágenes que suscita nos colocan precisamente en el ámbito de las paradojas y los dilemas propios de la vida, donde siempre está presente el sentido de la aventura orientado hacia la indagación de salidas, la búsqueda de sí mismo, el florecimiento de lo mejor que está en cada uno de nosotros, la construcción de las propias circunstancias y de las hazañas que hemos de experimentar.

En realidad, el laberinto desde siempre está grabado en el corazón de todos los hombres
http://www.correodelmaestro.com/anteriores/1999/agosto/1anteaula39.htm
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